Enviuda de su segundo marido la cantante de ‘Los Mismos’ Helena Bianco
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Helena Bianco, quien fuera vocalista del grupo ‘Los Mismos’ afronta la dolorosa pérdida de su segundo marido, Guillermo.
Helena Bianco es una de las más felices veteranas intérpretes del pop melódico español. Como vocalista del trío ‘Los Mismos’ alcanzó una gran popularidad desde la segunda mitad de los años 60 del pasado siglo hasta finales de los 70. Se arruinó cuando decidió dejar el grupo y convertirse en solista, pero también cuando contrajo su primer matrimonio con un actor que la engañó, tanto sentimentalmente como a la hora del divorcio. Fue madre de una niña. Para superar su falta de trabajo se convirtió en peluquera. Luego montó un “pub”. Los negocios tampoco resolvieron su situación económica. En el terreno amoroso encontró al hombre con quien ha convivido durante algo más de cuarenta años, que acaba de fallecer, dejándola con un vacío irreparable.
Elena Vázquez Minguela es natural de Valladolid, donde nació el 6 de enero de 1948. Luego cumple en estos comienzos de 2025 la edad de setenta y siete años, cuando tras una larga carrera musical tiene prevista una gira con varios compañeros, como el rockero Micky, y otros de aquellos que nos hicieron felices allá por la década de los 60 y que no quieren jubilarse, caso de los vocalistas de Fórmula V y Los Mustang, en un espectáculo con la leyenda “Pioneros”. Pura nostalgia.
Desde muy jovencita Elena participaba en concursos radiofónicos. Un noviete le presentó a dos amigos que también soñaban con ser cantantes de fama, los llamados Antonio Pérez y Benjamín Santos, que unidos en un terceto, Los Jolly´s, comenzaron a hacerse conocidos a través de sus primeros discos, con su versión de “Supercalifragilisto”, trabalenguas que ya en la pantalla había estrenado Julie Andrews. El éxito que obtuvieron determinó que una discográfica más importante los contrataran, pero con la condición de cambiarse de nombre. Y así fue cómo empezaron a sonar Los Mismos. Su repertorio antiguo no dejaron desde luego de seguir utilizándolo, junto a otras nuevas creaciones; de aquellas, títulos que aún se recuerdan: “El puente”, “Voy a pintar las paredes con tu nombre”, “Ata una cinta alrededor del viejo roble”, “El hombre del tiempo”, “María Isabel”…
Los Mismos ganaron mucho dinero, actuaban por toda España, con una media anual de galas que superaban las ciento cincuenta. Fuera de nuestro país también fueron reclamados, hasta de sitios tan lejanos como Corea del Sur. Y siempre cantando en español. Elena destacaba con su atractiva figura y su bonita y potente voz. De esos años, cuando Los Mismos gozaban del éxito, Elena recordaba dos anécdotas: Julio Iglesias coincidió con ella en una emisora de radio, siendo todavía un principiante, y le pidió un autógrafo. Y la otra: Torrebruno le pidió casarse. Y Elena le agradeció su solicitud… pero le dio calabazas.
Ella, sin estar a disgusto con sus compañeros aspiraba a más, soñando con ser solista; al fin y al cabo, con Los Mismos quien destacaba era ella. Pero se equivocó. Y cuando tenían ochenta galas ya apalabradas, Elena dejó el trío en 1980. Pasó cuatro años sin trabajo, no la querían contratar. Eso le costó vivir momentos muy duros, viviendo gracias a sus ahorros, y lamentando estar en el paro, sin actuaciones por aquella errónea decisión.
Sentimentalmente tampoco las cosas le habían ido bien porque su primer matrimonio con el actor Roberto Caballero fue un desastre. Aunque tuvieron una hija, Sandra, que a Elena le llenó de felicidad, su convivencia matrimonial era insatisfactoria. Contaba que al regresar muchas veces de un viaje, tras una actuación, se encontraba que en su piso de casada en Madrid no estaba su marido o regresaba de madrugada, sin dar explicaciones. Tampoco las necesitaba ella, al comprobar que el susodicho le ponía los cuernos. “Lo quise más de lo que él se merecía, era un vivalavirgen, no estábamos en la misma onda, y llegó el momento en el que sentí el desamor y la decepción”. Total, se plantearon la separación y luego el divorcio. Pero en los precisos trámites, ella salió perdiendo. No habían, al casarse, firmado separación de bienes. En pocas palabras, él se quedó con gran parte de lo que ella había obtenido en su carrera de cantante, pues las ganancias de él como actor fueron considerablemente menores. Y hasta el piso que habían comprado lo malvendieron, con mayor perjuicio para Elena… Y no sólo eso: en unas temporadas en las que había atravesado una crisis profesional y montó una peluquería para señoras, para remontar la mala época, resulta que esa inversión también fue negativa para la cantante. De aquel tiempo sólo recordaba entre recuerdos positivos, que Rocío Jurado la ayudó, no solo como asidua clienta a local, sino que advirtiendo que Elena había ganado bastante peso, le pagó un tratamiento en la consulta de su endocrino.
Elena, a todo esto, optó por hacerse anunciar con la hache inicial de su nombre antiguo. Y además eligió un apellido desconocido para el público, y en adelante ya fue Helena Bianco. Se repuso de su fracaso matrimonial, de otras desdichas artísticas y personales y de nuevo surgió la gran artista que siempre fue. Lo demostró en algunas comedias musicales, como “My Fair Lady”, en el papel protagónico de Eliza Doolittle. Y en recitales junto a Rafael Alberti, interpretando algunos de sus musicados poemas. Ello le proporcionó un sello cultural a su repertorio, que siempre había sido a base de piezas de carácter popular, el de la canción pop ligera. Agreguemos a esos apuntes biográficos su paso por varios programas televisivos (“¡Qué tiempo tan feliz!”, “Vivo cantando”, “La voz senior”) y un espectáculo y disco dedicados a Mari Trini, con una selección de sus mejores composiciones, con la intención de recordar a tan singular cantautora, injustamente olvidada.
Si Helena Bianco había remontado su carrera, también su vida dio un giro en lo íntimo. Conoció a un actor-cantante, Guillermo Antón, en una función teatral donde él intervenía. Poco a poco les unió el amor. Y, transcurridos unos años, celebraron una boda íntima, de carácter civil, en julio de 2004. De las cuatro décadas que estuvieron juntos, Helena recordaba lo que Guillermo fue desde los primeros momentos de su convivencia, y así lo definió: “Un hombre culto, políglota, espiritual, sensible, ¡y guapísimo!”
La muerte de Guillemo Antón, del que recuerdo, cuando acudieron a mi despacho a poco de conocerse y formar un dúo musical llamado Amantes, su porte y su bonhomía, ha sido para Helena, como puede deducirse, un duro golpe. “La partida de mi esposo me ha dejado un vacío inmenso”.