La artista vallisoletana publica ‘Entre el cielo y el suelo’, una biografía que repasa su trayectoria desde sus primeros concursos en la radio. El Norte de Castilla
La primera vez que Helena Bianco demostró todo su potencial de pulmones, el poderío de su voz, tenía tan solo unos instantes de vida, cinco segundos de edad. Su madre se puso de parto el 6 de enero de 1948, «todo un regalo de Reyes», y dio a luz, atendida por la tía Goyita y una comadrona, en el bar El Cuco, donde su padre trabajaba, al ladito de la iglesia de San Pedro, frente a la Casa de la Beneficencia. La clientela que aquel día estaba en la cantina escuchó el poderoso llanto de una niña que convirtió su garganta en la mejor tarjeta de presentación.
Fue la primera actuación (con público) de Helena Bianco, cantante vallisoletana que acaba de publicar sus memorias. ‘Entre el cielo y el suelo’ (editorial Milenio) es el repaso a una vida de éxitos con Los Mismos, de dificultades para emprender una carrera en solitario, de luces y sombras en la esfera personal, de focos renovados con ‘La voz senior’ y de una «ilusión intacta» por subirse a los escenarios y no dejar de cantar.
Durante el confinamiento, Helena encontró por casa unas agendas y libretas en las que, desde 1968, recogía poemas y escribía recuerdos y reflexiones. «Yo pensé que había tenido una vida llena de alegrías y éxitos. Y están ahí. Pero al repasar lo que escribía por las noches, cuando llegaba al hotel después de trabajar, me he dado cuenta de que había dos Helenas. Porque también existía la carencia por no estar con los míos y con mi hija, las dudas sobre la familia que había formado». Helena recopiló esos escritos, les dio forma y ahora llega a las librerías una biografía que comienza en ese bar de Chancillería.
Su madre, para trabajar, dejaba a la pequeña Helena con las monjas de la Casa de la Beneficencia. Allí comenzó la escuela. Y allí vivió su primera desilusión musical. Quiso entrar en el coro de La Milagrosa, pero no lo consiguió. «Estaba reservado exclusivamente para las niñas ricas y alguna favorita:los favoritismos han existido siempre», escribe Bianco. Años después, con su carrera ya en ciernes, las dos religiosas con las que mantuvo contacto –sor Agustina y sor Ángeles– le invitaron a unirse al coro, pero ella lo tuvo claro:no iba a cantar donde no le quisieron en su día. Fue su primera decepción y no sería la última, en un mundo musical (y discográfico) muy competitivo.